La tragedia de Hillsborough (I)

by - abril 13, 2011


Los precedentes



Hoy en día es difícil hacerse a la idea de las condiciones en las que un hincha iba a los campos de fútbol en el siglo pasado. Ahora el fútbol se entiende como un espectáculo-negocio
en el que los hinchas planifican sus viajes con meses de antelación, disfrutan de unas instalaciones y servicios de primera clase, y no tienen ninguna preocupación más allá del juego de su equipo. La situación en la segunda mitad del siglo XX era bien diferente.


Por Luis JFT96 (@luis_jft96)

El fútbol en esa época era la principal fuente de ocio de la clase obrera, y eran estos, los obreros, lo que poblaban las abarrotadas gradas de pie de los campos del mundo entero pero, sobre todo, en Gran Bretaña. Los estadios eran viejos, y estaban plagados de incomodidades. No había salidas de emergencia, ni tornos, ni Stewards y hasta los aseos parecían una quimera. Los estadios eran un amasijo de hierro y madera. Ir al fútbol en esas condiciones no solamente era irritante, si no también peligroso en muchos casos.

Además, Inglaterra sufrió durante la década de los ochenta una brutal crisis económica que repercutió en la escasez de empleo, propiciando que el fútbol sirviera de refugio para muchas personas con un profundo odio acumulado por la sociedad en la que les estaba tocando vivir y que entendieron que el fútbol podía servir para focalizar todas sus frustraciones. Así nacieron muchas sub-culturas juveniles, y así se extendió el hooliganismo rápidamente por el fútbol inglés.

En el fútbol británico se han producido varias tragedias mortales en los campos de fútbol, y el Liverpool ha sido protagonista principal de dos de ellas, aunque con un origen bien diferente.

En la final de la Copa de Europa de 1985, disputada en el estadio de Heysel (Bruselas), no hubo otro culpable más que los aficionados del Liverpool que provocaron varias avalanchas contra los seguidores juventinos que ocupaban las localidades adyacentes, dando como resultado 39 muertos y casi 600 heridos. Es cierto que hubo una gran falta de previsión en cuanto al número de policías y ambulancias que deberían haber acudido al estadio, pero lo cierto es que la tragedia fue fruto de la sinrazón de los hooligans de Liverpool. El caso de Hillsborough fue bien diferente, pero ese tema lo abordaremos en los próximos posts.

Quizá el primer gran desastre del fútbol inglés fue en un partido de Copa de Inglaterra de 1946, entre Bolton y Stoke, en el que por la acumulación de espectadores, un muro se venció y cayó sobre los espectadores causando 32 muertes.

Hace cuarenta años tuvo lugar otra desgracia en el fútbol británico. Fue en Ibrox Park, campo del Glasgow Rangers. Acababa de finalizar el partido entre Rangers y Celtic cuando una de las vallas metálicas del estadio cedió y se llevó la vida de 66 espectadores.


En 1985 también se produjo otra tragedia en la liga inglesa. Fue en un encuentro de tercera división entre Bradford City y Lincoln City, en el estadio Valley Parade. Poco antes del final de la primera parte se originó un incendio en la tribuna principal, la cual databa del año 1908, y la mayor parte de los espectadores saltaron al terreno de juego para ponerse a salvo. Aquellos que decidieron escapar por los tornos de entrada quedaron atrapados en el infierno, debido a que las puertas habían sido cerradas para evitar que los espectadores entraran sin pagar. Las investigaciones posteriores determinaron que la causa del incendio había sido un cigarro o una cerilla mal apagados, que junto con los restos de basura acumulados durante años bajo los asientos y la madera de las gradas produjeron un efecto devastador. En tan sólo cuatro minutos el fuego se extendió por toda la grada provocando su caída.

Como se puede ver, ninguno de los casos relatados sobre las tragedias de Bolton, Glasgow o Bradford fueron causados por los espectadores si no más bien por la falta de medidas de seguridad y por lo inadecuado de las instalaciones donde se acumulaban los espectadores. Este último desastre sirvió para que las autoridades decidieran que había tomar medidas para mejorar las condiciones en las que se disputaban los partidos, algo que no pasaría hasta después de la tragedia de Hillsborough.

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