La tragedia de Hillsborough (II)

by - abril 13, 2011



Así sucedió.



La tarde del 15 de abril de 1989 pasó tristemente a la historia del Liverpool FC, del fútbol británico y también a la del fútbol mundial. La fiesta del fútbol se convirtió en tragedia, marcando para siempre las vidas de toda una afición y de toda una ciudad. Así más o menos transcurrieron los hechos que acabaron con la vida de 96 supporters del Liverpool en la grada de Leppings Lane del estadio de Hillsborough en Sheffield.

Hablar del Liverpool de finales de los 80, es hablar de un equipo casi invencible. El equipo que desde el banquillo dirigía Kenny Dalglish era una máquina perfectamente diseñada y engrasada para ganarlo todo. Su autoridad en el fútbol británico, era incontestable y no son pocos los que aseguran que de no haberse impuesto la sanción que apartaba a los equipos ingleses de disputar competiciones europeas tras la tragedia de Heysel cuatro años atrás, aquel equipo hubiese conquistado alguna Copa de Europa más para las vitrinas de Anfield.

Aquel equipo de los Rush, Aldridge, Beardsley, Barnes, Whelan o Houghton, levantaba pasiones y movilizaba enormes masas de aficionados a lo largo del territorio británico en cada uno de los desplazamientos del equipo. La semifinal de la FA Cup entre el Liverpool y el Nottingham Forest a disputarse en el estadio de Hillsborough no sería una excepción y un importantísimo número de aficionados reds se desplazó hacia Sheffield, repitiendo semifinal, mismo escenario y mismo rival que el año anterior.


La FA determinó que la distribución de los supporters en el estadio quedaría de forma que la grada de Leppings Lane alojaría a todos los supporters del Liverpool, mientras que la grada también denominada "Spion Kop", como en Anfield, estaría delimitada para los aficionados del Forest. Leppings Lane era una grada con menor capacidad (14.000) que la de Spion Kop (21.000). Muchos aficionados criticaron ese emplazamiento cuando sabido era que el año anterior muchos aficionados del Liverpool que asistieron al encuentro denunciaron altos niveles de aglomeración en esa grada.

Aún así, gran número de supporters se desplazaron desde Liverpool a Sheffield. La tarde era auténticamente primaveral y plácida, pero rápidamente los exteriores del estadio empezaron a atiborrarse de aficionados. La tensión se incrementaba a cada minuto que transcurría camino del inicio del partido fijado a las 15:00 de la tarde. Media hora antes del inicio del partido, la grada de Leppings Lane ya estaba totalmente abarrotada de supporters. Mientras tanto en los exteriores, miles de aficionados trataban de tener acceso al recinto.


Un Oficial de policia emitió una petición para retrasar el inicio del partido, hasta que la situación en los exteriores fuese totalmente controlada. La petición fue denegada por el máximo responsable policial el Superintendente Duckenfield. Otra petición fue abrir la puerta "C" de salida para tratar de aliviar la presión en los tornos del exterior. También fue denegada para evitar el acceso incontrolado a las gradas. A falta de diez minutos para iniciarse el encuentro, el clamor de los aficionados en el interior del estadio cuando saltaron los jugadores, avivó mucho más los ánimos en el exterior y las primera avalanchas para tratar de acceder a las gradas se iniciaron. Finalmente la policía comandada por Duckenfield desbordada decidió abrir las puertas de salida. La tragedia había empezado.

La multitud se dirigió hacia las bocas de acceso a las gradas creando un auténtico cuello de botella. Esas bocas conducían a un único túnel que daban acceso a las zonas centrales de la grada. Esas zonas centrales se abarrotaron de una enorme multitud de personas, cuando los supporters alojados en las zonas laterales del gol gozaban de espacio suficiente. En cuestión de minutos, los supporters ya alojados en las gradas eran empujados por los supporters que trataban de acceder a las mismas creando una situación de tremenda aglomeración.

Mientras tanto, en el terreno de juego los jugadores de ambos equipos iniciaron el partido, sin ser conscientes de la magnitud de lo que estaba aconteciendo a sus espaldas. Seis minutos después del silbato inicial, el árbitro del encuentro a instancias de la Policía ordenó a los equipos retirarse a vestuarios, tras ser advertido de que un gran número de aficionados saltaban las vallas accediendo al terreno de juego. No era un acto incívico. Se trataba de pura supervivencia.


Muchos de los aficionados que tomaron el césped trataron de arrancar con sus propias manos las vallas metálicas que aprisionaban a la multitud para darles acceso al campo. Otros muchos desde la grada superior trataban de subir con bufandas o camisetas a cuántos aficionados sitos en la grada inferior podían. La presión de la avalancha humana fue tan devastadora, que hasta los postes anti-avalanchas fijados en las gradas quedaron reducidos y doblados como plastilina.

Con la tragedia ya consumada, la falta de previsión organizativa y la inoperancia policial, cobraron mayor relevancia si cabe. Hoy día cuesta creer que para un evento deportivo de gran importancia, tan solo dos ambulancias sean destinadas para las posibles asistencias médicas. Pero así sucedió aquella tarde. La primera ambulancia no hizo acto de presencia en el césped hasta más de media hora de haberse producido la tragedia.


94 personas fallecían aquella tarde en la grada Leppings Lane del estadio de Hillsborough de Sheffield. Otras 766 sufrieron heridas de diferente consideración. Cuatro días después, moría la víctima número 95, mientras que la víctima número 96, fallecía casi cuatro años después, tras permanecer ese tiempo conectado a una máquina en estado totalmente vegetativo.

Toda la ciudad de Liverpool quedaba bajo un completo estado de shock. La conmoción era absoluta. Todo el mundo conocía o tenía algún tipo de contacto con alguna de las víctimas. No importaba ser Red o Toffee. Rápidamente el estadio de Anfield se erigió en improvisado templo donde ir a ofrecer testimonialmente el pésame y las condolencias a las víctimas. The Kop casi instantáneamente se llenó de bufandas y de ramos de flores. Una vez la mítica grada no pudo alojar más elementos con que homenajear a las victimas, se utilizó el césped que quedó cubierto también de banderas, camisetas, bufandas y sobre todo flores.

La afición del Everton se solidarizó majestuosamente con la afición de su eterno rival y en una improvisada iniciativa se decidió unir los estadios de Anfield y de Goodison Park anudando alternativamente una bufanda red con otra blue. Tras aquella tarde, la ciudad de Liverpool no volvió a ser la misma.

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