Pero paradójicamente, tras el gol Red se vió al mejor Brighton. Los hombres dirigidos por Gustavo Poyet, a pesar de encontrarse por debajo del marcador, no se vinieron abajo e instantáneamente se sobrepusieron a las adversas circunstancias con un fútbol absolutamente desacomplejado y buscando la puerta rival actuando con buenas combinaciones al primer toque. De este modo, una falta cometida sobre LuaLua, fue aprovechada por el propio jugador congoleño para establecer el empate en el marcador con un soberbio disparo que se coló por la barrera y al que Reina le fue imposible llegar pese a su estirada. La sorpresa saltaba en Anfield y los aficionados visitantes retomaban el mando en las gradas con sus cánticos.

Con apenas un cuarto de hora de juego transcurrido, Anfield ya había visto dos goles y se prestaba a asistir a un típico duelo copero, dónde el modesto se le sube a las barbas al grande. En realidad no sería así. Tras el empate, el Liverpool recobró el mando del partido y se mostró determinado a poner en jaque a la defensa y portería de los Seagulls. La banda izquierda del ataque Red, era por donde con las acciones de Downing y José Enrique, el Liverpool trataba de desiquilibrar el encuentro. También Suárez, continuamente abucheado por la afición visitante, intentaba acciones de peligro bien individualmente o bien en combinación con Carroll.

Ambos delanteros dispusieron de inmejorables ocasiones para devolver la ventaja en el marcador al Liverpool. Carroll de un buen cabezazo a un preciso centro de Steven Gerrard, envió el balón por encima del larguero. Mientras tanto, Luis Suárez de una excelente jugada personal se internaba en el área y disparaba a puerta con el exterior de su bota derecha, superando al meta Brezovan, pero encontrando a Iñigo Calderón que rechazaba el balón bajo palos cuando llevaba camino de gol. El Liverpool tenía el partido bajo un control ya absoluto.