Exit door

by - abril 04, 2013





Cómo cerrar bien la puerta de Anfield 



A casi la totalidad de los seguidores más fieles de un equipo les encantaría que la mayoría de sus futbolistas fuesen considerados como 'one club man', o lo que es lo mismo, jugadores que a lo largo de su amplia carrera sólo defienden el escudo de un único club. Y, por supuesto, a los aficionados del Liverpool más. Sin embargo, todos sabemos que eso es muy complicado. Más aún en el actual fútbol moderno en el que los traspasos y la fidelidad a los colores están muchas veces potenciados por el fuerte mercantilismo que ha alcanzado al mundo del balompié. Pese a ello, muchos futbolistas han sido, son y serán admitidos como iconos de Anfield pese a no ser 'jugadores de un único equipo'. Pero en el lado opuesto están otros futbolistas. Aquellos que, tras un traspaso, han sido tachados de traidores o infieles por haber renunciado al bando red cuando en el Liverpool eran queridos y admirados.


Por Jesús Ruiz (@jruiz8888)

Repasando la lista de los llamados 'one club man' (en la que se pone como norma que un jugador haya salido de la cantera de ese club y haya desarrollado toda su labor en él durante al menos 10 temporadas) no son muchos los futbolistas del Liverpool que aparecen en ella. Liderada sin duda por los escoceses Billy Liddell y Donald McKinlay (con 22 y 19 temporadas respectivamente) y con el gales Ray Lambert tras ellos, tan sólo son nueve los futbolistas que desde el inicio de sus carreras hasta el final han estado unidos al club. Les siguen Jamie Carragher, que este año ha anunciado que colgará las botas, y Ronnie Moran con 16 años en Anfield y los Bob Paisley y Eddie Spicer con 15, además de Steven Gerrard con 14 (más opción a seguir sumando) y Jerry Byrne con 12.

Sólo nueve futbolistas fueron reds toda su vida deportiva e incluso algunos de los jugadores con más partidos con el Liverpool, como Ian Callaghan, Ray Clemence, Emlyn Hughes, Phil Neal, Tommy Smith, Bruce Globberlaar, Chris Lawler o Roger Hunt acabaron sus trayectorias lejos de Anfield, eso sí, habiendo pasado ya sus mejores años como futbolistas. Y a ellos se les pueden sumar otros casos, como los de Alan Hansen y Dalglish que pese a retirarse con el liverbird en el pecho, procedían del Patrick Tristle en el caso del primero, y del Celtic de Glasgow en el de 'King Kenny'; o el de Ian Rush, que pese a no provenir de la cantera red, marcharse un año a la Juventus, regresar y, posteriormente, jugar en otros equipos, es el cuarto futbolistas con más partidos en la historia del Liverpool y, como sus dos compañeros, una autentica leyenda del club.


Pero si nos fijamos, todos ellos andan en un espacio temporal anterior a los años 90, época en la que claramente el 'fútbol moderno' entraría en acción con desorbitadas cifras económicas, facilidades para traspasos de futbolistas no nacionales y extracomunitarios, etc. Asumida la parte de negocio que ha ido ganando el fútbol, la dificultad del aficionado es soportar el dolor de ver a uno de sus jugadores referente en otro equipo. Por ello, las salidas de los futbolistas suelen marcar y mucho (pese al glorioso pasado que puedan llevar a sus espaldas) el sabor de boca que estos dejen en la hinchada. Y en el Liverpool esto también ha sucedido.

Hace unos días, Diego Pablo Simeone, actual entrenador del Atlético de Madrid, hablaba en una entrevista sobre como debían asumir los hinchas la salida de los futbolistas más importantes del club de sus amores: "El aficionado debe valorar lo que ese futbolista ha dejado mientras defendía la camiseta de su equipo, su nivel de compromiso y de rendimiento. Cuando se va ya no es de tu equipo y no hay que valorarlo por su salida, sino por lo que dio y cómo lo dio". Pero claro Cholo, es que hay salidas y salidas.

Y en los últimos años en Anfield ha habido bastantes traumáticas. La más reciente y notoria la de Fernando Torres al Chelsea. Sin duda muy mal gestionada por todas las partes y que acabó con el futbolista español muy mal visto en Liverpool. En primer momento a la masa red le dolió la salida hacia un club rival como lo es el londinense (por ello tampoco ha gustado ahora la travesía de Rafa Benítez como entrenador en Stamford Bridge), pero pasado ya dos años de aquello, la mayoría de aficionados que están dolidos con 'El Niño', lo están más por las formas en las que se dio (en un mercado de invierno, sin una despedida pública, con versiones encontradas entre el club y el entorno del futbolista, una clara mejora económica...).

Torres encabezó en rendimiento la escuadra de Rafa Benítez que, tras la Champions League lograda en Estambul y la perdida en Atenas, estuvo cerca de lograr la Premier League 2008-2009. Pero junto a él hubo otros dos futbolistas, también importantísimos en nivel y cariño de la grada, que acabaron desmantelando esa gran plantilla: Xabi Alonso y Javier Mascherano. Las salidas de ambos son claros ejemplos de lo importante que son las formas para los aficionados reds a la hora de marcharse de Anfield.

Alonso desde que abandonó el Liverpool no dejó de mostrar su cariño y recuerdo con el club y la afición scouser. Continuos guiños en entrevistas y redes sociales e incluso una gran amistad con Gerrard han hecho que aquel traspaso al Real Madrid, forzado por la ya desgastada relación entre Benítez y el tolosarra, no haya malogrado la imagen de Xabi en la grada red que, además, sigue esperanzada con el regreso del jugador vasco antes de que acabe su carrera.


Por contra, Mascherano, que igualmente dedicó, por ejemplo, la Champions League ganaba por el FC Barcelona al Manchester United a todos los aficionados reds, no mantiene el romance con todos los seguidores del Liverpool a los que no gustó que el argentino, tras la marcha de Benítez y la llegada de Roy Hodgson, se negase incluso a jugar para propiciar su salida exprés al club culé.

Pero las dificultosas salidas de Anfield de futbolistas muy importantes ya se dieron años antes. A mediados y finales de los noventa, con la desintegración de los llamados 'Spice Boys' de Fowler, McManaman, Jason McAteer, David James, Stan Collymore o Redknapp tuvo también diferentes versiones. La buena; la de Robbie Fowler al Leeds, marcada por su poca participación en el equipo, el enfrentamiento con Phil Thompson (segundo de Houllier y que estaba al mando del equipo por la enfermedad del francés) y su regreso años después. O la mala; como la de Steve McManaman, que tras muchísimos rumores sobre un posible traspaso al FC Barcelona, acabaría, gracias a la Ley Bosman, yéndose gratis al Real Madrid donde sería dos veces campeón de Europa. Pasados los años, ambos canteranos, son santo y seña del club fuesen como fuesen sus salidas.



Aunque después de ellos llegaría un caso más tibio, entre medias de lo bueno y lo malo pero con muchísima más relevancia, como es el de Michael Owen. El futbolista de Chester ascendió desde los 13 años en las categorías inferiores hasta lograr el triplete con el Liverpool en 2001, ser ese año Balón de Oro y convertirse en estrella mundial con la camiseta red. Pero en 2004, junto con el cambio de entrenador de Houllier a Benítez, decidió dar por terminaba su etapa en Anfield buscando cotas mayores. Vamos, algo muy parecido al caso de Kevin Keegan y su marcha al Hamburgo tras lograrlo todo con el Liverpool, allá en la década de los 70.

Pero, quizá, aquella aureola de equipo 'galáctico' hecho a base de dinero que tenía aquel Real Madrid al que Owen se fue y su posterior paso por el Manchester United hicieron tambalear en cierta medida la etiqueta de ídolo que el delantero se ganó vestido de rojo pese a que la Copa de Europa conquistada justo la temporada siguiente a su traspaso dejó el dolor bastante más frío y olvidado.


Claramente, el paso de Owen (ahora en el Stoke City y que ha anunciado su retirada al final de esta temporada) por Old Trafford no ha sido agradable para ojos de ningún red, pero su pobre rendimiento tampoco ha hecho más leña del árbol caído pese a ser el único futbolista que ha osado a vestir la remera del United tras defender la del Liverpool. Ese, sería sin duda el mayor dolor que un seguidor del Liverpool viviría en un futuro traspaso de alguna de sus estrellas, ya que los casos de Gary Ablett o Peter Beardsley, que pasaron de Anfield a Goodison Park para jugar en el Everton, tienen unas connotaciones muy diferentes.

En definitiva, lo mejor para los aficionados del Liverpool es que revisando las actuaciones de todos los futbolistas antes nombrados, ninguno de ellos consiguió superar, ni casi igualar, el gran rendimiento ofrecido mientras jugaron al fútbol a orillas del Mersey. Y, que además, al final cada seguidor es libre e individual para recordar, querer, admirar u aborrecer a cualquier ídolo como cada uno quiera. Ya saben esa conocida frase de "los jugadores y los entrenadores están de paso, pero el escudo siempre se queda". Y en Liverpool esto cobra, incluso, más importancia.




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