Estambul… o como dice Punset: El viaje a la Felicidad
El viaje a la Felicidad
Nadie mejor que un kopite para decir lo que sintió aquella noche de Mayo, porque somos lo que somos gracias a los momentos de felicidad y tristeza, en nuestra manera de vivir está quedarnos con los buenos y aprender de los malos, Paxtor, es nuestro mejor kopite, escritor, pero ante todo una gran persona.
Hace muchos años,
siendo yo un chavalete que jugaba al fútbol en la playa, se nos escapó un balón
a la orilla del mar en Salou, “Platja d´europa”. En esas pérdidas estábamos, cuando
pasó por allí un señor con aspecto de profesor locuelo, que pegó un
bienintencionado chut al esférico que… sí, efectivamente fue una de esas
patadas que en vez de devolverte el balón, lo manda a donde Cristo perdió la
alpargata.
¡Pero es que llevaba
una cara de buenazo…! ¡Y con aquel gesto campechano de intelectual…! (Sí,
afirmo que es compatible el intelectualismo con la bonachonería), que nos
apaciguó la ira de los justos. El torpe balompédico era el Sr. Punset e iba
acompañado de la Punseta, ambos dando un paseíto, sin duda haciendo
disquisiciones sobre los efectos del impulso mal aplicado a un cuerpo
hemisférico en libre albedrío.
Tanto su error, del
que se disculpó con un leve gesto de mano, como esa relación que el 90% de los
mortales no habéis tenido con él (Chincha rabiña), me concede el permiso para
que sume a mi experiencia turca a este sabio señor de tanto seyn catalán provisto.
… Eso, y que soy de
Bilbao, del mismo centro, de Indautxu y que escribo con quien me salga de los…
Dice Eduard (a
partir de aquí mi amigo listo), que la felicidad está en la búsqueda, en la
expectativa, que en la espera radica la mayor parte de la felicidad.
¡Que noche única la
de aquel día pues para ser feliz! ¿No?
Porque si es por
expectativa…
Mi recuerdo es
llegar tarde a casa de un rodaje para ver la segunda parte, sin saber, sin
querer saber cómo iban… Imaginaros el bajonazo, ¡¡¡¡3-0!!!!
De igual manera que
hoy día, a mis 51 añazos, antes de ir al Triskel -si el partido es a la hora de
comer o cenar- me tomo un pincho de tortilla con una caña en el mismo bar hasta
que un resultado es adverso, momento en el que cambio de local al día siguiente
de match… O de igual modo a que hago idéntico recorrido hasta el pub desde mi
casa mientras los resultados acompañen… Total que aquel día me senté en el sofá
en vez de dónde habitualmente me siento, que es mi sillón donde me quedo repantigado
y con los pies apoyados en un escabel.
Del párrafo
anterior supongo que surge la pregunta de cómo Eduard puede tener un amigo tan
simple… pues sencillamente porque él aún no sabe que somos tan amigos. Quiero
sorprenderle un día.
El sofá es beige
(un color que ni va con el Milán ni con el Liverpool), es pues un sofá
imparcial. Yo en ese instante busqué el centro del mismo, medí con el metro para
quedar equidistante a ambos brazos del asiento, invocando, demandando,
exhortando con ello el equilibrio en el marcador.
Y a fe que,
superada la angustia (que en mi persona se engancha a la epiglotis y tira mucho
la condenada) conseguí que en una expectativa que tendía a la felicidad pasando
por el infinito, mis chicos remontaran lo imposible.
Pero en eso llegó
la ocasión de Shevchenko y la mano que pasaba por allí de Dudek…
Dice mi amigo listo
que “el sistema perceptor único de los humanos es de tal naturaleza que
cualquier estímulo, sea real o
imaginado, cercano o lejano, está conectado con la emoción del miedo. Es un
vivir sin vivir, como dijo la poetisa mística. La felicidad es la ausencia del
miedo”
Minutos d. J
(después de Jerzy) yo era de nuevo feliz, pero me quedaba la prueba más dura,
porque tal y como se refleja en el manual de Edu, la felicidad es un
sentimiento transitorio.
Y llegaron al punto
fatídico. “El miedo suele ir acompañado de ardor en el estómago y de rigidez en
los músculos”
¡¿Así que esa era
la clave?! Que Dudek nunca tuvo miedo, porque no es que tuviera muy rígidos los
músculos. ¡Que bien que los meneó para desconcierto rossoneri!
Vi los penaltis de
pie, y eso que nunca puedo verlos, suelo ir del salón a la cocina, y de ahí al
baño, del baño al salón (echo un vistacito) y de vuelta a la cocina, así hasta
que acaban. No los veo nunca. Ni del Athletic, ni del Liverpool… cuando España
ganó a Italia a penales yo paseaba con unos cascos escuchando a Foo Fighters en
la bonita localidad marinera de Comillas, donde yo rodaba una película de miedo
(en ese instante, dos de miedo), no vi los penaltis contra Portugal, me metí en
la furgoneta desde Pozuelo a Madrid, ni los de Corea, me metí en la ducha…Ni los
de la final de la Carling hace poco.
Pero sí vi los
penaltis aquella noche de mayo en Estambul, como el padre que espera en la sala
adjunta al quirófano. Resultó que fue niña, con las orejas grandes bien, vale,
pero es mi hija y la querré igual, fue deseada, la esperaba tanto…
“La felicidad está
escondida en la sala de espera de la felicidad…”
Según él:
Emoción
al comienzo y final del partido
(Atención al mismo + Disfrute de la expectativa
+ verlo en grupo)
Felicidad=
--------------------------------------------------------------------------------------------
Predominio del pánico + Estrés
temido
En fin, conclusiones
de mi amigo que yo aplico a aquella mi experiencia red.
* “Hace poco más de
un siglo, la esperanza de vida en Europa era de treinta años, lo justo para
aprender a sobrevivir, con suerte, y además reproducirse. No había futuro ni,
por lo tanto, la posibilidad de plantearse un objetivo tan insospechado como el
de ser felices. Era una cuestión que se aparcaba para después de la muerte y
dependía de los dioses”
Señores, somos
afortunados, hemos visto más de una orejona algunos… gracias a los dioses ¡Por
Thor! ¡Por Odín! ¡Por Ejemplo…!
* Otra conclusión
es aquella de Paco Rabal en “Pajarico” de Carlos Saura: “Qué bien se está
cuando se está bien”.
* Y una tercera. Mi
amigo el listo, Eduard Punset Casals, deber ser del Liverpool.
Y yo… pues yo no
fuí a Estambul, pero viajé a la felicidad.
Nota final. ¿A que
no adivináis el año de edición de “El Viaje a la Felicidad” de Eduard?
Hete aquí que…
©Eduardo Punset
2005
©Ediciones Destino
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