¿Hay alguien ahí? por @Luis_JFT96

by - noviembre 10, 2015


¿Hay alguien ahí?




Por Luis Gutiérrez (@Luis_JFT96)

Corría el minuto 82 del partido que nos enfrentaba al Crystal Palace en Anfield, y el foco de las cámaras de televisión se dirigía hacia el flamante entrenador local. ¿Por qué? Jürgen Klopp parecía distraído. En lugar de prestar atención a lo que sucedía sobre el terreno de juego, donde sus pupilos trataban infructuosamente de arrancar un punto a los del palacio de cristal, estaba ensimismado viendo el espectáculo sonrojarte que acontecía a su espalda. Cientos de aficionados del Main Stand abandonaban su localidad, y a su equipo, con cierto aire de habitualidad, como el que hace lo que lleva haciendo durante meses. Años.

Está claro que Klopp no es un tipo normal. Es tan peculiar como muchos de los que nos juntamos a ver los partidos de los rojos desde la distancia. Quizá otro entrenador hubiera dejado pasar el asunto tratando de que su imagen entre la grada no se viera dañada, pero él no puede. Dice lo que piensa y, de momento, piensa bien. Llegado el momento de enfrentarse a la prensa en su primera derrota como entrenador del Liverpool no puedo contenerse y dirigió su dedo a los que abandonaron a su equipo con un mundo por jugar. No lo hizo para acusarles de nada. “No estoy decepcionado. Quizás sea más fácil salir del estadio con 10 minutos por jugar. Habrá razones”, dijo el alemán. Lo hizo porque no lo entendía. De sus palabras, la frase que pone el dedo en la llaga es con la que cerró su conferencia “Me di la vuelta y vi que se iban. Me sentí muy solo en ese momento”. 



El estadio entona al unísono, de manera ritual, antes de cada partido una canción, que por la fuerza de su mensaje se convirtió en himno, y que parece que semana a semana, año a año, pierde su parte de su significado. “Nunca caminarás solo dice la cantinela. Casi nada. Una declaración de lealtad incondicional. No dice “estaré contigo mientras ganes”, ni “te acompaño hasta el minuto 80, porque después no quiero pillar atasco”. No. Dice que nunca te dejaré solo.

Anfield siempre ha sido un campo especial, con cientos de tradiciones peculiares. Como las que tienen las familias que han vivido mucho e intensamente. Anfield suele ser la respuesta habitual de los jugadores de otros equipos cuando se les pregunta por el mejor campo en el que han jugado, y no lo es por su arquitectura, bastante rudimentaria, ni por la valía de su equipo de fútbol, perdido en una deriva permanente desde hace demasiado tiempo. Lo es por la gente que puebla sus gradas. La que aplaude al portero visitante en cada partido por ser parte del espectáculo. La que tiene tiempo para cantar a voz en grito un "cumpleaños feliz" fantástico a una leyenda como Dalglish en medio de un partido de vital importancia. La que hace gala de sus humor gritando “A cat, a cat, a cat!”, a un pobre gato desorientado y, desde ese momento, asustado. La que le canta a su delantero de 30 goles por temporada “¿qué demonios ha sido eso?” después de que tire una falta a las nubes, sacándole una sonrisa al frustrado pateador. La que aplaude en pie a un jugador rival que acaba de hacer un partido primoroso, que ha metido un 0-3 y que, para mayor dolor, es leyenda de tu mayor rival. La que hace rebosar The Kop cada 15 de abril para recordar, y luchar, por sus víctimas. Una grada llena de seguidores, no de espectadores. Una grada con corazón.



Pero la triste realidad es que desde hace lustros que Anfield es un recuerdo de lo que fue. En la mayoría de los partidos Anfield es real durante los 2 minutos y 49 segundos en los que se escuchan los compases del You´ll never walk alone. Después se convierte en un campo más. Con sus pequeñas reminiscencias, como nunca abuchear al equipo local, pero que quedan en mera anécdota.

Es un asunto de vital importancia para muchos, como el que escribe este texto, y que ha sido debatido miles de veces, aunque con muchas más excusas que soluciones, en mi opinión. Es habitual ver planos televisivos de The Kop, con independencia de lo que acontece sobre el césped, en los que se ve la parte media y baja de la gradona con todos los espectadores sentados, en silencio. Viendo fútbol, pero sin participar en él. Delegando en los bloques 304, 305 y 306 para las labores de animación. 

Los Season Ticket Holders suelen escudarse en que en Anfield hay muchos “turistas”, a los que ellos llaman wools de manera despectiva, y que ellos son los que matan el ambiente del estadio. Este argumento tiene su parte de verdad, pero todos recordamos imágenes de Anfield, durante ciertos periodos de tiempo, con entradas bastante pobres para la categoría del club que, a día de hoy, serían impensables. No en vano, Anfield crecerá esta temporada para dar cabida a la gran demanda de entradas que existe. El hecho de que aficionados del Liverpool de otras partes del mundo acudan al estadio no hace que los “locales” pierdan su voz, o se olviden de las letras de las canciones. Se hace necesaria la autocrítica. A modo de anécdota, contaré que en mi última visita a Anfield coincidimos en el Main Stand, la grada más silenciosa del estadio, un grupo de seguidores españoles y varios miembros de los Flemish Reds, y puedo prometer que los únicos que seguimos las canciones que entonaban los sectores altos del Kop fuimos los wools, casi pidiendo perdón a los compañeros de localidad.



Por otra parte aparece el argumento de la escalada de precios de los tickets, y en ese aspecto sí que tienen gran parte de razón, porque hay muchísimos hinchas locales que no pueden permitirse pagar 50 libras por ver un partido de fútbol. El club debería de trabajar para solucionar ese asunto. Sin embargo muchos de los que abandonaron al equipo el pasado domingo utilizaron el argumento del precio del abono (algo más de 700 libras al año) para justificar su actitud. Como si el hecho de comprar algo terriblemente caro te diese el derecho de comportarte como un perfecto idiota. Además cualquiera de los wools que viajamos a ver un partido en Anfield nos gastamos como mínimo 300 libras por un partido... no por diecinueve, y no por ello nos retiramos del campo a medio partido.

En definitiva, el club debe de poner las bases para que Klopp mire The Kop y vea algo parecido a la Südtribüne del Westfalenstadion, o dicho de otra manera, que mire hacia The Kop y vea a The Kop.


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